miércoles, 26 de marzo de 2008

Viejas heridas

Buenos Aires, 25 de marzo de 2008

Los portones metálicos de los establecimientos comerciales, los muros de las viviendas, las paredes de las estaciones de transporte público o la Plaza de Mayo, corazón político de la ciudad, son todos lugares susceptibles de difundir las opiniones, denuncias o confesiones de los porteños. Un spray de pintura, un cartel bañado en líquido adherente o un simple bolígrafo son los instrumentos de expresión comunes de los más variopintos mensajes. Las declaraciones de amor públicas de ciudadanos anónimos son sin duda las preferencia de estos pregoneros callejeros, pero también se repiten con asiduidad las denuncias sociales, demandas de aumento de sueldo, críticas a las autoridades o simples ocurrencias de quien en un momento determinado, utilizó un espacio cualquiera para dejar su sello hasta que en un futuro, una capa de pintura u otra pintada la borre para siempre.

Este ejercicio de vandalismo o de cuanto menos, dudosa libertad expresión, ofrece al extranjero o al que está poco familiarizado con los avatares de la realidad social argentina algunos enigmas que escapan a su comprensión y que en un principio, pasan inadvertidos. Sin embargo, su repetición esporádica en conversaciones o en pintadas siembra la semilla de la curiosidad. Frases que reclaman justicia, panfletos que hablan de desaparecidos, de la Triple A, de secuestros de niños son susurros aislados que poco a poco van aumentando el tono. Se transforman en arengas en la Plaza de Mayo cuando profesionales de la enseñanza montan una carpa para denunciar los crímenes cometidos durante la dictadura militar (1976-82) y finalmente, esta ensalada de denuncias individuales se transfigura en un clamor popular el 24 de marzo.

Una muchedumbre heterogénea formada por familiares de los desaparecidos durante la dictadura, trabajadores del campo, afiliados a partidos políticos y simples ciudadanos abarrotan la Avenida de Mayo para conmemorar esta fatídica fecha en la historia de Argentina. Treinta y dos años antes, el golpe de estado del general Videla había finiquitado la presidencia de María Estela de Perón, segunda esposa del controvertido y popular líder Juan Domingo Perón. La elevada inflación, la conflictividad social, la profusión de la violencia en grupos extremistas de derecha y de izquierda y la incapacidad de la joven democracia de enderezar el rumbo del país había desembocado en una dictadura militar, denominada Proceso de Reorganización Nacional, que se alargó hasta 1982, cuando la Junta Militar decidió ganarse en la Guerra de la Malvinas el reconocimiento popular que no había obtenido con sus fracasadas medidas económicas y se enterró a sí misma con su previsible derrota ante el Reino Unido.

Veintiséis años después del abrupto final de la dictadura, las heridas de aquel periodo están aún lejos de cicatrizar. Las espinas de aquella dolorosa época todavía hieren las desgarradas almas de las Madres de la Plaza de Mayo, que en aquellos años oscuros reclamaron información sobre sus maridos e hijos desaparecidos, unos 30.000 en total. Un cuarto de siglo después viejas pero con la misma firmeza, exigen cada jueves en la Plaza de Mayo la reapertura de los sumarios de los juicios a los que fueron sometidos los dirigentes que condujeron loa represión, los que la ejecutaron, la revelación de identidades de los bebés de disidentes secuestrados en los hospitales, que rondan los 500, e información sobre el paradero de sus seres queridos, presumiblemente asesinados al ser considerados como “subversivos” por la Junta Militar, que siempre ha catalogado aquel periodo como “Guerra Civil”.

El 24 de marzo no están solas. Miles de personas, muchas de ellas jóvenes nacidos en la democracia, desfilan por la avenida y rinden tributo a las víctimas del terrorismo de estado, presentes en la marcha a través de miles de fotografías que portan sus familiares. Ni el radiante sol ni el potente sonido de cientos de tambores enmascaran la punzante tristeza que se respira en el ambiente. Casi un centenar de bailarinas vestidas de rojo con tops ceñidos al pecho o camisetas de tirantes ajustadas, mallas y cintas en el pelo, marcan el pulso de la manifestación. Danzan al unísono al ritmo que imprime el enorme grupo de percusionistas que las sucede. Sus movimientos compenetrados y enérgicos insuflan vitalidad a la comitiva pero sus rostros están serios y cada cierto tiempo, se detienen como paralizadas por una misteriosa fuerza; algunas caen sobre el asfalto como abatidas por balas invisibles. El resto de sus compañeras se tapan la boca, los oídos o los ojos en una vistosa alegoría de lo que pudieron significar los años de terror en lo que todo estaba justificado por salvar el pellejo y que golpea de lleno la realidad actual. Muchos de los brazos ejecutores de la represión continúan sus tareas en órganos del poder militar y de la policía, mientras que algunos de los altos mandos que la dirigieron cumplen condena de arresto domiciliario en cómodos y lujosos ranchos, como el General Videla o el Almirante Massera.

La influencia del ejército mitigó las condenas de sus líderes, y las leyes de Obediencia Debida y Punto Final excluyeron de los castigos a una gran parte del aparato represor. Una generación más tarde de aquellos sucesos, el recuerdo sigue levantando ampollas y provocando desaparecidos. La derogación en 2003 de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final motivó nuevas investigaciones y con ellas, otra desaparición, la de Jorge Julio López, testigo clave para la condena de 62 militares y policías, al que se le vio por última vez en septiembre de 2006 en La Plata.

Sólo el paso de los años y el consecuente fallecimientos de víctimas y verdugos parece ofrecer un punto y final a esta macabra historia atrapada en un aparente callejón sin salida. Mientras tanto, las Madres de la Plaza de Mayo no cejarán en su empeño por conocer lo que fue de sus familiares y porque no sea la muerte sino la Justicia la que juzgue los crímenes.

La sociedad argentina parece haber emitido ya su veredicto en las calles, en la conciencia colectiva y en los muros de Buenos Aires: los desaparecidos merecen justicia.



Fuentes de documentación: Breve Historia de Argentina de José Luis Romero y la Editorial Tierra Firme, Internet y conversaciones con argentinos, algunas más fructíferas que otras.

Pd: Quería haber escrito de manera más objetiva pero no ha sido posible

Pablo

martes, 25 de marzo de 2008

Viento en popa

Buenos Aires, 25 de marzo de 2008

A la tercera fue la vencida, ya han pasado 5 días desde que ocurrieron los primeros infortunios y no nos ha vuelto ha ocurrir nada malo, eso que hemos tentado a la suerte en varias ocasiones.

Empezamos con la anunciada excursión a los barrios bajos en un tren cuyo parecido al AVE que cogí rumbo a Sevilla, días antes de partir, aún estoy por descubrir. Pero esto hizo que el viaje fuera mucho mas auténtico y nos permitió hacer cosas más divertidas que el jefe del tren catalogó como "dignas de quinceañeros":

- Correr detrás del tren cuando arrancaba.

- Apostar a ver quién era el último en subirse, con el consiguiente riesgo de quedarte a dormir en La Plata porque era el último tren.

- Abrir la puerta del vagón para disfrutar de los mejores paisajes.

Los barrios bajos no llegaron a impactarnos tanto como habíamos pensado, cierto que vimos muchos barrios de chabolas pero nos habían hablado tanto de tantas cosas que creímos que ibamos a ver una película de ciencia ficción en movimiento con gente traficando en los semáforos, robos a plena luz del día y quien sabe si algún que otro tiroteo.

Lo cierto es que pasados los arrabales de la ciudad empezaron a sucederse praderas y cultivos que resultaron una grata sorpresa. El paseo por La Plata también fue muy agradable gracias a la animada charla que mantuvimos con nuestros coleguillas del hostal y otro chico que conocimos alli. Visitamos algunos lugares como la catedral en la que, a título anecdótico, se prohibía la entrada con short, musculosa o similar, por suerte olvidé mi musculosa en Madrid.

Al regresar a Buenos Aires fuimos testigos de una de las mayores tormentas que jamás habíamos visto, el cielo se tornó negro en cuestión de minutos, el viento empezó a soplar con rachas de más de 100 km/hora y empezó a caer tanta agua que el tren tuvo que detenerse durante más de media hora porque el conductor perdía la visibilidad. Dada la precariedad del tren el agua empezó a entrar por todos los resquicios posibles y la gran mayoría de los asientos se empaparon, obligándonos a terminar en pie el resto del viaje. Afortunadamente unos expontaneos músicos se encargaron de amenizarnos el viaje.

Otro de los riesgos que asumimos fue acudir a un partido de fútbol: Boca vs Colón de Santa Fé, ya imagino que os estaréis descojonando de nosotros y pensareis: un pequeño robo y y un timo y estos se han amariconado, a cualquier cosa lo llaman riesgo, pero aquí los partidos no son como en España y encima Boca es el equipo de uno de los barrios conflictivos de Buenos Aires.

Simplemente, para que os hagais una idea, aquí no hay detectores de metales en la entrada al campo y varios periodistas deportivos nos han asegurado que algún que otro barra brava (así llaman aquí a los ultras) entra armado al estadio. Al término del partido prohiben la salida del campo hasta que la hinchada visitante ha abandonado el estadio para que no les reciban en la puerta y les inflen a guantazos. Incluso, hubo un expulsado del equipo visitante y los policías entraron en el terreno de juego disfrazados de antidisturbios y con escudos para acompañar al jugador a abandonar el campo. Y no se trataba de un derby ni nada por el estilo, más bien podría equipararse a un Real Madrid vs Recreativo de Huelva.

Pero nosotros, a pesar de la insistencia de Pablo que como buen periodista quería ver el partido en medio de los barras bravas para sentir más adentro el partido y si se daba la ocasión entrevistar al jefecillo de la banda, nos situamos en una zona tranquila y lo más que nos llevamos fueron unos cuantos mails de nuestros simpáticos compañeros de partido.

Finalmente, el lunes acudimos a una manifestacion en conmemoración del 32 aniversario del comienzo de la última dictadura Argentina, bajo el lema: "sin olvido ni perdón". Fue un acto realmente emotivo y respaldado por cientos de miles de personas. Aprovechamos para impregnarnos un poquito más de la complicada historia de este país.


Carlos

viernes, 21 de marzo de 2008

El misterio del papel higiénico

Buenos Aires, 20 de marzo de 2008


Qué sabio es el dicho: "el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra", en la misma no pero si en una muy parecida.

Si ayer malgastabamos 105 pesos en un pobre hombre que no resultó ser tan pobre, hoy malgastamos 140 pesos en un cargador para la cámara de fotos ¿por qué? pregúntenle al maleante del papel higiénico.

Parece ser que tuvimos la suerte de compartir estancia con un inquilino fantasma, nunca le vimos, nunca durmió en nuestra habitación y su único equipaje fueron 40 rollos de papel higiénico, desgraciadamente para nosotros su equipaje de regreso fueron:

- Unas chanclas.
- Un cargador de la cámara de fotos.
- Un cargador del Mp3.

Digamos que aquel inquilino pensó en un trueque pero a su manera porque, afortunadamente, los rollos de papel fueron para nosotros, no esta mal, la mayoría de vosotros ya sabeis lo bien que nos han venido.

De todas formas no podemos quejarnos mucho porque como dice un argentino de por aqui, Nicolas, "a los europeos os tratan rebien porque sos los que manejá la plata".

Si, traerla la traemos pero aqui se queda porque por lo que hemos ido escuchando parece ser que pagamos unas dos veces más, pero oye con baño propio, cómo conocen lo que nos gusta a los europeos!!

Esperemos no tropezar por tercera vez en la misma piedra porque Nicolas ha quedado en llevarnos a ver los barrios bajos de Buenos Aires, para dejarnos de lindezas y conocer de verdad lo que es Argentina, palabras textuales "un país del tercer mundo". Parece ser que los perros callejeros, las ratas o la basura que se ven por las calles es algo de lo más europeo por aqui ¿qué nos encontraremos?, y lo más importante ¿con qué regresaremos? quizás os lo contemos más tarde.

Carlos

miércoles, 19 de marzo de 2008

No tiene precio

Buenos Aires, 18 de marzo de 2008


Billete de autobús interurbano: 0,90 pesos. Matambre a la rusa: 12 pesos. Helado de chocolate patagónico: 6,5 pesos. Un litro de cerveza Quilmes: 2,5 pesos. Entrada a un concierto/batucada: 10 pesos. Una hora de conexión a internet: 1,5 pesos. Obra de teatro: 105 pesos. Equivalencia euro/peso: un euro, cinco pesos. Barato ¿no?.

A juzgar por el listado que acabamos de relatar podría inferirse que la cultura representa la principal prioridad de nuestra estancia en Buenos Aires; lamento reconocer que de momento no es así. Quizá se podría pensar que la diferencia en el gasto se debe a que teníamos marcada cierta pieza teatral que no podíamos dejar escapar; tampoco es el caso... Entonces, sin duda, un repentino impulso nos ha arrastrado a asistir a un brillante espectáculo y a gastarnos gustosamente la plata en él; verdad a medias.

La realidad es que el show ha tenido lugar y que ha sido magnífico, pero también es cierto que no se ha consultado a los espectadores (nosotros) si queríamos asistir a él. Como dijo el protagonista de la tragicomedia (porque el espectáculo es dramático y cómico a la par), un tal Manuel Antonio López, español de Pontevedra emigrado a Argentina en los años 50, "cuando buscas a alguien no lo encuentras, pero cuando no lo buscas, te encuentras con él". Eso es exactamente lo que nos pasó en nuestro primer día en la capital de Argentina.

La paradoja de llegar solo a un sitio es que enseguida conoces gente y esa gente, aconseja. "No paséis por zonas poco iluminadas por la noche", "no entréis en el barrio de Constitución", "no vayáis con la cámara de fotos colgando", son algunas de las advertencias de un largo listado para evitar ser carne de cañón del hampa porteña. La conclusión ante tanto catastrofismo es inevitable: "esto es peor que el Bronx y somos como dos caramelos colocados en la puerta de un colegio. Hay que eludir a toda costa a los maleantes".

Estas ideas flotan en la cabeza cuando nuestro protagonista Manuel Antonio entra en escena a pocas cuadras de la Casa Rosada, la sede del Gobierno Argentino. Es un hombre grueso y bajito con aspecto de recién jubilado. Percibe nuestra inexperiencia en las quinielas argentinas y muy amablemente nos explica su funcionamiento; en realidad, igual al de la española. Se percibe tensión y nerviosismo en sus gestos, desorientación en sus palabras y su cabeza parece haber entrado en la centrifugadora de la tercera edad. Parece solo y necesita desahogarse. Esa misma mañana, nos cuenta, recién llegado de Madrid, ha sufrido un atraco. A punta de pistola un hombre le ha robado la cartera y sólo le ha dejado el maletín, del que saca un folio con la denuncia. Entramos en un café y continúa su imparable monólogo. Habla de Galicia, de Madrid, de Mar de la Plata, la ciudad en la que se instaló hace más de 50 años y en la que hizo fortuna como propietario de un hotel. Charlamos de fútbol, de delincuencia y de mil anécdotas más. Su verborrea no tiene fin. Aburre y da lástima al mismo tiempo. Su situación es traumática: su socio llegará al día siguiente de Mar de la Plata para traérselo de vuelta a la "Marbella argentina", que es como define a su ciudad adoptiva.

Aquí hay algo que no encaja... si su socio llega a la mañana siguiente, ¿dónde va a pasar la noche sin un peso?, ¿qué va a cenar?. Una inevitable reacción de solidaridad se apodera de nosotros a pesar de que algún detalle de la historia tiembla como la mano asustada de Manuel Antonio. Rechaza nuestro primer ofrecimiento pero finalmente es él el que nos pide ayuda mientras se humedecen sus ojos cansados y brotan de ellos algunas lágrimas cargadas aún de pavor. Cien pesos es suficiente. Al final, nos pide cinco más para el transporte que nos devolverá al día siguiente en nuestro hostal.

Cuando lo dejamos, nuestras mente bloqueadas por la compasión se desperezan y reanudan su paso libres de sentimentalismos. La claridad de los focos nos deslumbra. La función ha terminado. "Muchas gracias y espero que hayan disfrutado del espectáculo", debía decir el bueno de Manuel Antonio en su camerino. Efectivamente, al abandonar nuestra butaca nos abstraemos de la ficción y volvemos a la realidad. ¡Olé por el actor¡. No hay hotel en Mar de la Plata, no nos va a invitar a pasar unos días en "la Marbella argentina" y menos aún nos va a devolver el dinero. El espectáculo final asciende a 105 pesos, que además, nos sirve para percatarnos de que Buenos Aires no es el Bronx. Conviene tener cuidado, como en todos los sitios, pero no te sacan una pistola a plena luz del día. Quizá darse cuenta de esto ha salido un poco caro, pero a fin de cuentras, el dinero, dinero es. El consejo de Tuchi "no te fíes de nadie", no tiene precio.

Pablo

domingo, 16 de marzo de 2008

Hola y adiós

Madrid, 16 de marzo de 2008

Las horas avanzan lentamente. El momento de embarcar se acerca irremisiblemente y con él, el final de una etapa y el inicio de otra. Una desatada marea de sensaciones se bate alrededor de mi cabeza y hace aflorar mis sentidos con una intensidad que no recuerdo haber vivido nunca. Vuelvo la vista al pasado, al presente y al futuro y sólo acierto a encontrar una honda satisfacción entre tanta ambivalencia. La satisfacción de estar a punto de cumplir un sueño largo tiempo anhelado.

Hoy Carlos y Pablo, Pablo y Carlos, iniciamos un viaje de ida a Sudamérica. El recorrido es indeterminado, el plazo indefinido. A partir de ahora este blog servirá para contar nuestras vivencias, experiencias y se
nsaciones. A menos de que se indique lo contrario, lo que se escriba será la voz única de dos personas que han decidido emprender una aventura de la que esperan mucho y nada. Un océano de incertidumbres más vasto que el Atlántico se extiende en nuestro horizonte. La única certidud es que las personas que vuelvan de este viaje serán diferentes de las que se fueron. Este blog es un hola y un adiós, es una despedida y un saludo desde la gratitud a todos aquellos que forman parte de nuestras vidas: nuestra familia, amigos y personas a las que apreciamos y a las que queremos invitar a compartir con nosotros esta experiencia.

Pablo