viernes, 20 de junio de 2008

Diferencias aparte, somos iguales

Arica (Chile), 20 de junio de 2008

Las generalizaciones y los clichés siempre son odiosos por presentar la realidad social de manera simplificada o parcialista en el mejor de los casos. En el peor, prejuiciadas por tópicos o malas experiencias individuales. La realidad de una sociedad e incluso me atrevería a extrapolarla a la realidad de cualquier hecho o acción en la que interviene el ser humano está tan diluída en miles de diminutos detalles que se escurre por los pequeños agujeros del colador que pretenden ser los clichés.

El todo y la nada son igualmente inexactos y precisos. Siempre hay un depende y alguna excepción pero en tres meses viajando por Argentina, Uruguay y Chile he observado muchas cosas inexistentes en Europa o que recuerdo vagamente de cuando llevaba un baby azul y levantaba unos pocos palmos del suelo. Como digo, son sólo detalles insuficientes para extraer conclusiones globales pero permiten aspirar parte del aroma que desprende este caldo en permanente cocción.

Lo primero que salta a la vista es la aparente dejadez estética de las ciudades: pinturas descascarilladas en las fachadas de los edificios, calvas en las aceras de adoquines que nadie pretende tapar, inmundicia desperdigada al azar por carreteras, calles o parques. Incluso en bares, restaurantes u hostales la uniformidad decorativa es algo que no se contempla como un imperativo categórico. El amueblado estilo "casa de mi bisabuela" es común y tan pragmático como el lema "si no está roto aún sirve".

Me da la impresión de que el consumismo exacerbado de Europa aún no ha llegado aquí. Las ropas se usan hasta que se rompen, igual que los coches o los muebles. Si el parachoques de tu auto se cae, pues se le amarra con una cuerda al capó y a seguir caminando. Si la ventanilla está rota, un cartón evita que entre el aire hasta que se pueda reparar. No es extraño ver tiendas de costura o ferreterías, negocios que tienden a desaparecer, si no lo han hecho ya, en Europa, en donde antes de que se rompa la ropa ya se ha cambiado por otra y en donde una pequeña avería en la casa es motivo para llamar a un fontanero o a un electricista, que cobran una fortuna por cada chapuza.

Las agencias de viajes, tan populares en el Viejo Continente, son sin embargo una minoría aquí y están dedicadas principalmente al turismo foráneo. La calefacción, algo que en Madrid se considera absolutamente necesario, aquí es un lujo. Muy pocas casas disponen de ella en Santiago y eso que hace un frío similar al de la capital de España. La de Nuria, a pesar de vivir en un barrio acomodado como el de Providencia, no se encenderá este invierno por ser demasiado cara. En muchos otros lugares ni siquiera tienen la opción de elegir. Si hace frío, pues a abrigarse más.

En los establecimientos comerciales es frecuente tener la impresión de que hay más empleados de los necesarios. Multitud de trabajos no requieren una mano de obra cualificada y la improvisación parece gobernar las relaciones laborales en detrimento de la eficicacia. Se respira un aire de relajación. En una ocasión, mientras cenaba en un restaurante medio elegante en San Pedro de Atacama me sorprendió sentir un extraño bulto que empujaba mis piernas bajo la mesa. Un perro vagabundo había entrado al restaurante y durante mucho rato se paseó por las mesas pidiendo comida sin que ningún camarero se molestase en echarlo. Ni que decir tiene que esto no se ve en Europa.

Lo de los perros vagabundos representa para mí una pequeña tragedia. Recuerdo los anuncios hace años en España en los que se trataba de concienciar a los dueños de los perros de que éstos no eran un juguete que se pudiese abandonar. "El nunca lo haría", rezaba el eslogan. Aquí son un ejército que pulula por las calles alimentándose de lo que le arrojan o de lo que encuentran entre las basuras, creando aún mayor suciedad que añadir a los excrementos que dejan. Están sucios, delgados y algunos, enfermos. Dicen que en Sudamérica las diferencias sociales son extremas y el ejemplo de todos estos perros abandonados y Balagán, el perro del hostal de Ushuaia es el paradigma de la injusticia social. Mientras miles de perros malviven sin cariño, sucios y hambrientos, la mascota del "Patagonia País" es el ojito derecho de los dueños del hostal y todas las noches engullía una enorme perola de fideos y carne. Una cena bastante mejor que la que nosotros mismo tomábamos.

En el metro de Santiago se intenta concienciar a los usuarios de la importancia de dividirse en las escaleras mecánicas entre los que desean ir rápido (por la izquierda) y los prefieren ir más despacio (por la derecha), algo aparentemente obvio en España. Obvio parece ser también para la mentalidad europea que la democracia es el mejor o el menos malo de los diferentes tipos de gobierno. Aquí no está tan claro. Los argentinos especialmente pero también los chilenos se quejan de la clase política que dirige, dirigió o dirigirá sus países y se da por supuesto que los políticos se hacen políticos para ser ricos y beneficiarse de las ventajas del poder. Ayudar al país es algo secundario y el aprecio y el odio a Pinochet en Chile está repartido entre los chilenos.

La Iglesia, tan debilitada e ignorada en Europa ocupa en Chile un lugar bastante importante. Hasta el 2003 no se permitió el divorcio en este país debido a su influencia y los colegios religiosos y templos se multiplican por todo el país en sus variantes católicas, evangelistas o adventistas en una escala mucho mayor a la de España. La gente es mucho más creyente que en España pero se cometen los mismos pecados.

Esta es sólo una pequeña parte de la lista que confecciono a diario sobre los detalles que nos diferencian. Sin embargo, creo que es aún mayor la lista de similitudes aunque, como en todo, depende de la casualidad y del punto de vista del observador.

Pablo

lunes, 16 de junio de 2008

Despreciable sentimiento: La Desconfianza

Tacna (Perú), 16 de junio de 2008

Uno de los objetivos del viaje, por no decir el objetivo principal, era conocer gente y descubrir sus diferentes formas de vida. Está muy bien conocer a otros mochileros, te diviertes, compartes una forma de afrontar la vida y eso une mucho, pero no dejan de ser otros europeos, estadounidenses o autralianos con vidas "muy similares" a las nuestras. Nosotros queremos ampliar horizontes, conocer gente autóctona y descubrir por nosotros mismos si sus vidas y sus formas de ser son realmente tan distintas a las nuestras o no. No queremos dejarnos llevar por lo que nos han contado, lo que hemos leído o por determinados clichés, queremos formar nuestro propio conocimiento.

Desgraciadamente esta predisposición a abrirnos a la gente y dejarnos llevar por las cosas que nos cuentan o los sitios que nos enseñan no siempre es positiva. Como ya hemos contado en otras ocasiones esta actitud nos ha acercado a gente que se gana la vida engañando, timando, estafando a otros, unas veces lo han conseguido, otras creemos que hemos sabido reaccionar a tiempo.

Todo esto no deja de ser una experiencia y te ayuda a espabilar, a ser más vivo a la hora de conocer a determinadas personas, pero... ¿realmente quiero tener esa experiencia?. Esta viveza se consigue a costa de potenciar un sentimiento de DESCONFIANZA hacia todo el mundo que se acerca a ti. Siendo como soy, este sentimiento, cada vez más acentuado dentro de mi, me produce un cierto malestar, un gran malestar a decir verdad. ¿Por qué hay que desconfiar de todo el mundo?. Me gustaría seguir teniendo esa forma utópica de ver la vida, poder seguir pensando que la gente en su mayoría no es mala por naturaleza y poder confiar en las cosas que me cuentan sin tener que estudiar milimétricamente sus palabras, sus gestos, en busca de un fallo o algo que no encaje. Desgraciadamente la experiencia me está empujando a conocer a la gente con barreras, a juzgarla como culpable hasta que no me demuestren lo contrario, para no correr el riesgo de salir mal parado.

Toda esta reflexión es algo que llevaba madurando en la cabeza desde la primera vez que nos timaron, el primer día de viaje cuando nuestro optimismo y mi utopía rozaban los niveles más altos. Hoy por fin he decidido escribir sobre ello porque ahora mismo nos encontramos en plena incertidumbre y desconfianza hacia un chico que hemos conocido camino de Tacna (Perú).

¿Por qué va a querer timarnos o robarnos? ¿Por qué no podemos confiar en su amabilidad?. Por desgracia la experiencia nos dice que tanta amabilidad no puede ser gratuita y mientras esperamos a que intente darnos el palo estudiamos sus palabras, sus movimientos y hasta los de la gente con la que se cruza, nos mantenemos alerta y le colgamos el cartel: culpable.

Afortunadamente no todo en el viaje son cosas buenas, acabaría por aburrirnos tanta felicidad y a vosotros os podría la envidia y dejaríais de leernos.

Carlos

Pd: ya he podido actualizar las carpetas de fotos una vez superados los problemas técnicos. Hay una carpeta nueva:

- San Pedro de Atacama.

jueves, 12 de junio de 2008

En medio del desierto

San Pedro de Atacama (Chile), 12 de junio de 2008

Quiero empezar corrigiendo mis propias palabras, palabras que nunca llegué a pronunciar pero con las que estaba dispuesto a empezar el blog hace unos días. El paisaje del desierto no es siempre igual, al menos en el Desierto de Atacama.

El primer día que llegué aqui, San Pedro de Atacama, vi el panorama, di una vuelta, tomé tres fotos y pensé: visto esto visto todo. Pero según van pasando los días y hacemos excursiones descubrimos nuevos lugares muy diferentes a los anteriores.

El primer paisaje con el que nos encontramos es, para mi, el menos bonito y el más aburrido. Una explanada enorme casi completamente seca y rodeada de montañas completamente peladas de vegetación y con apariencia de no haber visto el agua en varias décadas. Decía casi completamente seca porque alli fue donde me llevé la primera sorpresa, en el desierto también puedes encontrar árboles. Pensé que no vería ninguno por esta zona pero al parecer aprovechan al máximo los cauces del único rio de la zona, sí un rio en el desierto que encima nos jugó una mala pasada.

Marchabamos en bicicleta camino de unas grutas y cañones, el segundo tipo de paisaje al que luego me referiré, hasta que la carretera se topó con un rio. Debe ser que es tan infrecuente que corra el agua en ese cauce que nadie hasta el momento ha pensado en construir un puente. Ante dicha situación y como el rio tampoco era el amazonas, decidimos saltarlo antes que meter los pies en las gélidas aguas. Afortunadamente lo único que no logró cruzar el rio y cayó al agua fue una de las bicicletas que nadó un par de metros rio abajo.

Las grutas y los cañones que encontramos en esta zona son expectaculares. Debido a la falta de agua la tierra y las motañas están tan secas que la erosión disfruta de lo lindo creando formaciones rocosas muy curiosas, adornadas en muchos casos por el color blanco, en ocasiones brillante, de la sal que se encuentra en esta tierra, porque aunque a mi aún me sigue sorprendiendo, esta zona estaba sumergida en el oceano pacífico algunos millones de años atrás.

Pero el lugar que más me ha gustado hasta el momento es el Valle de la Luna, conocido así por su parecido al paisaje lunar, no se si el que le puso el nombre habrá estado alguna vez en la luna o se ha echado un farol. El caso es que el lugar realmente impresiona y los atardeceres son geniales. Y alli fue donde vimos la primera duna del desierto. Debido a mi imaginación y a que es la primera vez que veo una verdadera duna fuera de la televisión, al principio la miraba esperando que en cualquier momento saltara algun piloto del Paris-Dakar por detrás y se clavara en la arena. Logicamente me quedé con las ganas porque como buena reserva natural que se precie no se podía ni caminar por la duna.

El tercer día en el desierto ha sido el más divertido. Nos lo hemos pasado junto a una tabla de sandboard lanzándonos duna abajo. Hemos llegado a coger gran velocidad pero siempre terminabamos reventándonos el culo contra la arena o tragándonos media duna de un bocado. Pero lo más duro realmente era volver a subir la duna, aqui no hay telesillas como en las estaciones de ski. Y como aún no me he duchado puedo hacer mias las palabras de una chinita americana que, al igual que nosotros, andaba rebozándose por la arena: "tengo arena hasta en los lugares más inimaginables".

Debido al entusiasmo del desierto he empezado a escribir por el final. Antes de llegar aqui pasamos unos días en La Serena, una ciudad playera con bastante ambiente en verano, por lo que me han comentado, pero un poco triste en esta época del año. Alli pasamos más tiempo del esperado porque una huelga de camioneros y autobuses nos dejo alli varados, obligándonos a pasar demasiados días en uno de los hostales más tristes de los que hemos visitado hasta el momento.

Pero para ser justos con la zona hay que hacer referencia al Valle del Elqui. Un valle muy agradecido al riego por goteo que convirtió el principio del desierto en un lugar completamente verde y productivo, lleno de viñedos entre otras cosas. También es un lugar con uno de los mejores cielos del mundo, nunca había visto tantas estrellas en el cielo. Visitamos el observatorio astronómico Mama Lluca y aprendimos a reconocer varias estrellas. Desgraciadamente estamos en el hemisferio Sur y estas estrellas no se ven desde el hemisferio Norte, así que no podré fardar con mis conocimientos.

Deciros para terminar que aunque nos encontremos en un pequeño pueblo en medio del desierto la televisión por cable ha avanzado mucho y no nos perdemos la Eurocopa!! Así que como diría cualquier español optimista, a disfrutar todos ahora de la selección que luego vienen los cuartos de final.

Carlos

Pd: El sabado intentaré subir fotos tanto a la crónica como a la página de las fotos, hoy ha habido problemas técnicos.

lunes, 2 de junio de 2008

Rebelde añoranza

La Serena (Chile), 1 de junio de 2008

Uno de junio. La fecha parece adecuada para un cambio de tercio. Un borrón y cuenta nueva. El inicio de un nuevo capítulo en esta historia de backpackers errantes. Los comienzos a menudo me parecen excitantes y suelo afrontarlos con alegría. Los finales, en cambio, en ocasiones son tristes. El recogimiento y la intimidad personal que provoca estar sentado en el autobús mirando desde la ventanilla cómo adelantamos nubes, montañas y árboles siempre me hacen reflexionar. Es el mejor momento para que tomen cuerpo las ideas o sensaciones que luego intentaré plasmar en mi diario o en el blog. Ni siquiera la resaca que oprime mi cabeza nubla mis pensamientos, que fluyen a ritmo de bachata o de chill out, según le parezca al modo aleatorio de mi móvil.

Sin duda, éste no es un inicio alegre. Después de tres semanas en Santiago se hacía, no obstante, necesario. Durante este periodo hemos dejado de ser mochileros y nos hemos convertido en estudiantes de intercambio. Fieles a lo que esto representa, no hemos abierto un libro, hemos hecho un poco de turismo, hemos perreado otro tanto y, sobre todo, hemos convivido con gente de la que ahora se hace duro despedirse.

Las horas pasadas en compañía en el hospital, en el salón de casa, en las calles de Santiago, en los bares o en las discotecas han sembrado una semilla de amistad y afecto que el contacto diario se ha encargado de regar. La confianza y la complicidad que sólo el tiempo puede edificar, y para nosotros tres semanas es mucho tiempo, sumergen en un abismo de superficialidad las tópicas conversaciones de viajeros: el quién eres, de dónde vienes, adónde vas ascienden nuevamente hasta la punta de nuestras lenguas dejando un cierto sabor amargo al pronunciarlas. Se acabaron hasta nueva orden las confesiones fraternales o el ejercer mi asumido rol de hermano menor a pesar de ser dos años y medio mayor que Nuria.

En este 1 de junio tengo una sensación de abrupto despertar. La alarma de un despertador emite un estridente sonido que me levanta a regañadientes de un cómodo y agradable lecho: el de la casa de Nuria. Hay que desperezarse y continuar, es hora de empezar un nuevo día, una nueva etapa en el viaje que apunta hacia el norte de Chile por La Serena, Antofagasta, San Pedro de Atacama, Iquique y Arica. Me gusta cómo suena me gusta el que seguramente visitemos también otras ciudades y desdeñemos algunas del borrador original. Me alivia también el levantar el sitio al que habíamos sometido al salón y a la habitación de Nuria con el paciente consentimiento de los legítimos inquilinos, pero un último coletazo de rebeldía se resiste a que pase totalmente de página: la rebeldía de la añoranza.

Pablo