viernes, 9 de enero de 2009

Mitos venezolanos

Mèrida (Venezuela), 9 de enero de 2009

"Don`t go to Venezuela", nos dijo un viejo motero australiano mientras disfrutàbamos de nuestros ùltimos dìas en Colombia. El consejo, venìa a resumir todo lo que habìamos escuchado del paìs que màs adora a Simòn Bolìvar: delincuencia rampante, antipatìa de la poblaciòn, poco interès turìstico, peligro en cada esquina, precios disparados...

Con la angustia en la garganta, el calor tòrrido sobre nuestros cogotes empapados de sudor y los mùsculos contraidos por la estrechez del viejo autobùs destartalado, cruzamos la frontera de Venezuela. Detràs quedaba Colombia, un paìs que nos ha tratado muy bien y sobre el que deberè hablar en otra ocasiòn. Las despedidas, como siempre, dejan una pàtina de tristeza y nostalgia que no se borra hasta que uno se familiariza con el nuevo paìs de adopciòn.

Llegamos al primer control policial y con la tranquilidad de las actividades rutinarias un pasajero recolecta cinco bolìvares (un dòlar) por persona para "pagar un viaje express". Un eufemismo que hace referencia al soborno habitual a la policìa venezolana para que sus corruptos uniformados no registren el bus de arriba abajo y demoren el viaje hasta que el policìa de turno se canse de hacer esperar al pasaje. Las caras de aburrimiento de los pasajeros del bus contiguo son toda una advertencia de que la policìa es capaz de eso y mucho màs para completar su salario mensual.

Dos controles màs nos detienen camino de Maracaibo pero afortunadamente la primera colecta (y una anterior que habìan hecho sin que estuvièramos) son suficientes para saciar la desverguenza de la policìa del paìs que quiere liderar un cambio en Sudamèrica.

Sobre "La Revoluciòn Bolivariana", el presidente Chàvez ha hablado mucho, pero nadie sabe exactamente lo que es ni lo que significa. Su gestiòn tiene sus defensores y detractores, pero en las calles de Maracaibo se percibe un clima de ebulliciòn propagandìstica: muchos muros estàn aùn tapizados con las caras de los aspirantes a gobernador del estado de La Zulia, el màs rico del paìs, y en el que venciò la oposiciòn, y un enorme cartel con inevitable sabor cubano "Socialismo, patria o muerte" corona las torres de PDVSA, la empresa petrolera propiedad del estado. Venevisòn, el ùnico canal cuya señal es màs o menos aceptable en el lùgubre motel en el que no hemos tenido màs remedio que refugiarnos en Maracaibo emite sin cesar anuncios favorables a la enmienda constitucional de Chàvez para poder ser reelegido indefinidamente.

Venezuela tiene mucho de Cuba y Chàvez un pasado militar y golpista como el de Fidel. Las alusiones a la "Revoluciòn" nos asombran a cada paso. Parece que en cualquier momento un terremoto revolucionario de desenlace incierto va a arrasar con todo. Reliquias del automovilismo circulan por las calles como en La Habana aunque estos modelos de los años 70 y 80 estàn lejos de parecer nuevos como en la capital cubana. El ataque constante del sol, los abollones y demàs desperfectos corroen la carrocerìa de estos mastodontes de la carretera de ocho cilindros que tragan màs gasolina que agua los sedientos transeùntes. A cuatro bolìvares los cuarenta litros tampoco es un grave problema para el bolsillo de los conductores. (Echè un càlculo y aproximadamente, con el dinero que en España se compra un litro de gasolina, en Venezuela te llevas sesenta o setenta).

Si Cuba representa un extremo, lògicamente Estados Unidos es el otro, y el odiado vecino norteamèricano provee varias de las piezas que forman el puzzle venezolano. Aquì el fùtbol no interesa. El deporte rey es el bèisbol, y aunque no he conseguido entender las reglas, que me explicaron con difusa precisiòn, este deporte copa todas las televisiones todas las tardes. Parece que jugasen partidos a diario. El segundo tampoco es el fùtbol, sino el baloncesto, y me pregunto si hay alguna relaciòn entre la abundante cantidad de obesos y la proliferaciòn de McDonald`s, que sòlo habìa visto en Sudamèrica en algùn centro comercial. Ademàs, Estados Unidos es el principal destinatario del petròleo venezolano.

Pasada casi una semana desde que llegamos a Venezuela, alguno de los mitos o temores han caìdo. Obviamente, los venezolanos no son antipàticos, hay de todo como en todos sitios, y extremando la seguridad no hemos tenido ningùn susto. El cambio de dòlares ademàs, ha sido muy fructìfero, ya que a 5 bolìvares por dòlar en el mercado negro los precios de Venezuela se asemejan mucho a los de Colombia, y la sensaciòn de desconcierto ya ha pasado. Curioso lo del mercado negro, que compra los dòlares al doble de lo establecido en el mercado debido a la ausencia de dòlares en el paìs y la desconfianza hacia el bolìvar.

El pròximo destino es Caracas, la temible capital del crimen. Esperemos desmontar, aunque sea sòlo a tìtulo personal, este nuevo mito.

Pablo