domingo, 22 de febrero de 2009

Carnaval... en Sao Paulo

Curitiba, Brasil, 22 de febrero de 2009

Cuando meses atrás pensaba en el Carnaval no podía imaginar un lugar distinto a Rio de Janeiro. La capital carioca está cargada de símbolos que representan internacionalmente a Brasil. Es el mejor escaparate del país y el simple sonido de su nombre, Rio-de-Janeiro dejaba en mi oído una excitante musicalidad. Una mezcla entre exotismo y alegría.

Sus populosas playas son una película de acción de veinticuatro horas, su geografía voluptuosa ofrece vistas de vértigo y fotografías de postal, su sol energizante invita a la diversión y a aparcar cualquier obligación (por eso no pude actualizar antes el blog, todo tiene su explicación) y su contraste entre las míseras favelas escalando cerros con elegantes edificios a sus pies invita a la reflexión.

Quizá también influido porque nos quedamos diez días en casa de una amiga y sus padres fueron un prodigio de hospitalidad, el gesto fraternal del Cristo Redentor abriendo sus brazos desde un pennasco me parece el mejor ejemplo del carácter amable y acogedor de la ciudad.

Y ya que hablamos de símbolos y de ejemplos, el Carnaval de Rio representa la alegría y la festividad de la ciudad llevados hasta un extremo extenuante. Cuando nos acercábamos al climax después de envolvernos en el ambiente con los blocos (carnavales de calle) decidimos marcharnos a vivir el Carnaval en Sao Paulo.

Sao Paulo tiene dimensiones nacionales. Es un país de rascacielos y barrios de casas humildes que se extiende sin descanso por el horizonte. Cuesta imaginar desde lo alto del rascacielos más famoso de la ciudad que Sao Paulo tiene fin, que en algún lugar, esta selva de hormigón dejará espacio a llanuras cubiertas de vegetación.

Los mendigos, en otras ciudades replegados en sus guetos de miseria, viven en pleno centro de Sao Paulo, tumbados sobre cartones o sobre la propia acera, algunos con terribles heridas en proceso de cicatrización que se mezclan con la contaminación y golpean con su aire a semiputrefacción las fosas nasales.

Los edificios del centro, en la tercera edad de la arquitectura civil, están pintarrajeados en lugares imposibles contribuyendo a dar una imagen sucia y hostil de la ciudad, que sin embargo tiene un Carnaval que, pese a la falta de experiencia propia para poder asegurarlo, puedo arriesgarme a afirmar que no tiene nada que envidiar al de Rio.

Treintamil espectadores entregados, más de quinientos metros de pista en el sambódromo, siete escuelas de samba con una media de cuatro mil participantes cada una, miles de decibelios correctamente repartidos, un anno de preparación y mucha imaginación en carrozas, disfraces, música y letra hicieron de asistir a este espectáculo uno de los momentos más gratos y sorprendentes del viaje.

Cada escuela desfila por la pista durante una hora y cinco minutos y en ese tiempo escenifica un tema, llamado enredo, sirviéndose de miles de pequennos detalles que podrían agruparse en el ritmo de la samba, la letra, los bailes, los gestos, los disfraces y la decoración de las carrozas.

El enorme ejército que desfila se divide a su vez en alas (unas 25 cada escuela), que se disfrazan de manera homogénea. La sucesión de alas, una detrás de la otra sólo separadas por las carrozas convierte la pista del sambódromo en un río de remolinos de colores agitados por la cadencia poderosa de la batería, que es el conjunto de músicos que imprimen el ritmo de la escuela y van secundados por el coro, que canta sin desmayo la letra de la canción y que al cabo de una hora, está más que memorizada en la cabeza, para posteriormente, olvidarse de ella cuando entre en acción la siguiente escuela.

Las carrozas son edificios empujados por un grupo de fortachones que representan con su decoración diversos aspectos del enredo. Desde altísimas plataformas, las bailarinas mueve sus piernas al ritmo endiablado que un trilero mueve sus manos escondiendo la pelotita de los ojos. Periódicamente, las carrozas lanzan a la noche bocanadas de humo y de confeti por sus chimeneas para el delirio de los aficionados de la escuela. Algunos de ellos se llegan hasta a tennir el pelo con los colores de la escuela de sus amores, ya que estas hinchadas se parecen mucho a las de los equipos de fútbol. Yo me hice incondicional de Rosas de Ouro, que tenía la ´bancada´ más animada y repartió miles de globos azules y rosas entre el público y recibió a los suyos con botes de humo y bengalas de estos colores.

Carnaval es también sinónimo de competición y las escuelas pugnan por seducir al jurado, que tiene en cuenta todos los factores antes sennalados así como la originalidad del enredo, su representación clara y concisa, la harmonía del conjunto y otros muchos más. La escuela vencedora gana prestigio y probablemente también patrocinadores para el anno siguiente, aunque yo no noté diferencias materiales entre las escuelas, que cuentan todas con un impresionante despliege de medios a su disposición.

Rio es el ventanal desde el que el turismo mundial ve a Brasil, pero el Carnaval es un fenómeno nacional tan fuerte y arraigado en el país que casi en cualquier lugar se puede disfrutar de este festival de colorido y diversión. Lástima que uno no se pueda multiplicar y estar en diversas ciudades al mismo tiempo.

Pablo

lunes, 2 de febrero de 2009

Con prisas y sin inspiración

Ouro Preto, Brasil, 2 de febrero de 2009

Hoy pretendía reencontrarme con vosotros, pacientes seguidores del blog, haciendo un balance lejano del casi mes y medio que pasamos en Colombia, sin duda uno de los países que han dejado un impacto más positivo en el viaje. Sin embargo, no encuentro ni la inspiración ni las fuerzas para escribir algo decente. Esto es, por desgracia, una constante de los últimos tiempos que me ha llevado a posponer las entradas en el blog y a reducir mucho mi atención a él.

Hoy, no obstante, no quiero dejar la página en blanco, veo que os aburrís tanto de esperar una nueva entrada que el jueguecito del comentario anónimo ha tomado dimensiones de atención exorbitantes.

El pasado 17 enero se cumplieron 10 meses desde que empecé el viaje y, echando la vista atrás, una de las cosas que más han cambiado desde entonces es el ritmo del viaje, que ha pasado de ir en primera o segunda, a meter quinta y acelerar al máximo. He pasado de no tener planificado cuál será la próxima ciudad en visitar a tener programadas las 3 o 4 siguientes, y de no poner fecha ni mes de regreso a tenerlo ya fijado (abril).

Si Venezuela se recorrió en dos semanas eludiendo las playas, uno de sus grandes atractivos, y pasando de puntillas por Caracas, en donde apenas nos quedamos 3 días, fue por una combinación entre la prisa y el temor a la delincuencia, que se convierte en una obsesión asfixiante que no te deja dormir ni caminar tranquilo por la calle. El escozor del constante peligro, alimentado cada día en los periódicos y en los relatos de asesinatos, secuestros y robos que nos contaban indistintamente cada persona con la que conversábamos, se nos quitó al cruzar la frontera de Brasil.

Antes de cambiar de país y de idioma visitamos el Salto del Angel, en el Parque Nacional de Canaima, en el sur de Venezuela. La cascada más alta del mundo, con casi un kilómetro de caída vertical de agua desde lo alto de un inmenso tepui se situó de inmediato entre lo más bonito de Sudamérica. El viaje en avioneta hasta el Parque, las duchas bajo los abundantes torrentes de agua de las cascadas de la Laguna de Canaima (menores que el Salto del Angel pero también muy bonitas) y la agradable paz de la cabanna en la que dormíamos escuchando el rugir del agua en la laguna, endulzaron el amargo sabor de la inseguridad en Venezuela.

Quizá porque no tenía muy difícil superar a Venezuela, quizá por la alegría de sus gentes o por el último descubrimiento en hospedaje, el couchsurfing, Brasil nos está encantando. El couchsurfing es una viejo modelo de viajar que Carlos y yo desechamos en Buenos Aires al tener una mala experiencia. Consiste en localizar a través de internet a gente que ofrece sus casas para quedarse en ellas de manera gratuita. Es una forma de ahorrar dinero y de conocer nativos, normalmente gente enrollada, que te ensennan lo que no pone en los libros de viajes. De momento ya probamos en Boa Vista y en Brasilia y la experiencia fue positiva. Ahora, después de haber decidido saltarnos el nordeste brasileiro por imposibilidad de verlo todo (tomamos un avión de Manaos a Brasilia), estamos en Ouro Preto, un Cuzco brasileiro lleno de arquitectura colonial. Espero que sus calles empedradas y la magia la claridad de sus noches me devuelvan la inspiración.

Pablo