miércoles, 28 de diciembre de 2011

Half Moon Party (Capítulo 3)

Ko Phangan, 28 de diciembre de 2011

Empiezan a llegar a Haad Rid sobre las ocho. Vienen en motos alquiladas, en furgonetas-taxi o en barcos, de zonas más tranquilas de Ko Phangan e incluso de otras islas. Pronto son oleadas de grupos de chicos, de chicas o mixtos los que se mezclan con los jóvenes hospedados en esta localidad costera. Al ritmo de la música de todas las discotecas del mundo, las calles repletas de hostales, comercios y restaurantes se llenan también de brazos poderosos, escotes interminables, gritos en multitud de idiomas y miradas provocadoras. El desfile ha comenzado, y como tal, su éxito requiere no sólo buenas poses, sino también una indumentaria adecuada.

Los novatos y los despistados vestidos incorrectamente se dejan caer por las tiendas en busca de moda playera. Una camiseta “Half Moon Party”, de tirantes y colores chillones es lo más cotizado. También se puede salir del paso con cintas elásticas para frente, brazos y piernas o con unas gafas resplandecientes como el neón. En caso de ir sin camiseta, cabe la posibilidad de dibujarse algo en el cuerpo. El árbol de navidad es una opción muy en la onda. Vestirse como es debido fortalece la autoestima, pero no es suficiente. Las manos necesitan algo que sujetar, lo mismo que pide la boca y la garganta. Las neveras de los 7Eleven se vacían de cervezas mientras que el pack botellón (un cubo como los de jugar en la playa bien cargado con hielos, alcohol nacional o de importación, su refresco correspondiente y un condón de regalo) se repone con más rapidez porque son decenas los carritos que los venden.

Las calles de la capital de la fiesta de Tailandia hierven de hormonas y poco a poco en la playa también va subiendo la temperatura. Los malabaristas sumergen varas en queroseno y las sacan hechas lanzas de fuego que en un mismo segundo, como aspas del inferno, pasan de una mano a la otra, se elevan por encima de la cabeza, descienden hasta las piernas, rodean la cintura y ¡HOP! vuelan hacia la negrura del cielo para, al caer sobre la mano, aún ardiendo, volver a confundir a los ojos atónitos de los espectadores con su frenético ritmo de trilero.

Los malabaristas se alternan en el centro del escenario, una porción de la playa, y en su zona de descanso ya se agolpan las chicas solteras. El más discreto de ellos lleva un tatuaje de cincuenta centímetros y es capaz de mover la vara de fuego a la velocidad de la luz sin que se le escape de las manos. Cunde el desánimo entre los solteros masculinos.

Pero el trasiego de alcohol devuelve la felicidad, si es que alguna vez desapareció. Cada vez son más las manos que sujetan por el asa los cubos de playa y más frecuentes los labios que sorben por las pajitas. Algunos van con ventaja, pues brincan desaforados sobre su porción de playa al ritmo del tecno. Los demás se mueven con más o menos desenvoltura, sin despegarse de sus cubos-botellón. El viento del sur hincha las banderolas y extiende por la playa el olor del queroseno.

La invisible luna debe estar ya en lo más alto y el espectáculo cada vez se parece
más a un videoclip de David Guetta. No hay ningún DJ a la vista, y ni siquiera la música es la misma en toda la playa, pues cada garito pincha la suya, pero todos saltan, baten palmas, alzan los brazos y sonríen con sus camisetas Half Moon Party, sus cintas de colores y sus arbolitos de navidad, sabiéndose parte de la flor y nata de la juventud mundial. Los que no están hoy en Haad Rid son unos pringaos.

Siempre hubo clases entre la élite, y hay quienes se abren paso a empujones y los que convierten las mesas y bancos de la playa en plataformas de gogós desde las que son contemplados por el resto. Las diferencias también generan envidias, y un tipo les apunta desde el suelo con una bengala. Los del banco están sin duda borrachos, pero no lo suficiente como para despreocuparse por la posibilidad de salir disparados hacia el cielo. Abandonan en tropel el banco, como si fuese el Titanic a punto de hundirse, y sonriente, satisfecho con su broma, el chico de la bengala varía la trayectoria y dispara a lo alto. Tras la explosión, lucecitas amarillas y rosas se esparcen en la negrura. Le siguen decenas de explosiones más. El cielo se viste de diamantes de colores.

El alcohol ya inunda cabezas y ojos aunque los vendedores de packs botellón siguen desgañitándose desde sus carritos, en la frontera de la playa y el pueblo, probando con todo tipo de idiomas y carteles para atraer a más clientes. Uno incluso tiene un cubo (más bien un dado gigante) en el que en cada cara está pintada una bandera. Las hay de países escandinavos, de Inglaterra, derivados anglosajones y de Israel. Los de estas nacionalidades exhiben con orgullo la cara del cubo que les interesa mostrar al resto de la playa. Los que no tienen nacionalidad definida en el cubo siempre pueden recurrir al lado de la hoja de la marihuana.

La noche avanza a toda vela empujada por el viento del sur, y si bien desde los chiringuitos la música sigue tronando, en la playa ya hay huecos, cada vez más amplios, y más cubos-botellón vacíos abandonados en la arena. Los chicos mean en la orilla, las chicas buscan un baño, las parejas una habitación y los borrachos más atrevidos una tienda de tatuajes. La madrugada debe ser la hora punta, pues el tatuador se afana con la aguja sobre brazos, piernas y espaldas de clientes que duermen sobre su camilla.

Hay posibles clientes que, hartos de esperar la cola, ponen rumbo de vuelta a la playa o a sus alojamientos. Si no es en la Half Moon Party siempre se podrán tatuar en la Sivvha Party de mañana, o en la Pool Party de pasado, o en el Half Moon Festival o en la Full Moon Party, la prometedora party de Nochevieja.

La retirada se produce de manera escalonada. El retorno a las motos de alquiler, a las furgonetas-taxi y a los barcos tiene mucho menos glamour que la llegada. Los que aún se mantienen sobre sus piernas avanzan dando tumbos, hablando a gritos con voces sonámbulas, pensando en el colchón y en olvidarse del mundo durante unas horas. Los vendedores de packs botellón recogen sus carritos y sacan la cuenta de los beneficios. Ellos también deben soñar con una cama y un poco de tranquilidad. El alba ya ilumina el cielo, descubriendo una playa desierta, cubierta únicamente de botellas de cerveza y cubos botellón. Adorados durante la noche, olvidados por la mañana, botellas y cubos aguardan la llegada de la marea para irse, ellos también, a donde nadie les vea.

6 comentarios:

sport4golf dijo...

Real, pero nunca me gusto la fiesta con alcohol. Mucho menos la suciedad de un lugar. Y de ninguna manera que el mar se lleve parte de la bajeza humana, para ensuciar unas aguas que tarde o temprano las echaremos de menos. Sin duda describes una situación vivida. Un buen artículo periodístico pero sin una crítica de lo visto y vivido. Posiblemente porque esa no era tu intención.
Un abrazo para los dos
Negrita.

Anónimo dijo...

Me ha gustado mucho...mientras lo leía, os veía a tí y a tú hermana..pensando en fotografías ...pero tal y como lo narrabas..no hacía falta..(A Negrita, no le hubiera gustado mucho las fotos después de la fiesta), pero!Por su puesto! que ese tipo de fiestas la gente termina, borracha,etc y mucho menos recoger lo que ensuciaban,muy pocos seres civilizados y concienciados con la Naturaleza lo harían.
Doy por su puesto que esto es una descripción de un evento,y como narrador, eres neutro (solo cuentas lo q sucede y no das opininón alguna...así es el autor de cualquier narración que describe.
Un beso para los dos y cómo siempre CUIDAROS MUCHO...
PD Escribe algo Marta!

Anónimo dijo...

Se me olvidó poner quién soy...!PULY!

Pacheta dijo...

Damos gracias a todos estos años de Radical Fruit, que han permitido que hayas podido hacer una crónica exenta de alcohol (o al menos de "tanto" alcohol). Espero que fuerais con la camiseta de las flechas, en cualquier caso.

Carlos Martín dijo...

un poco tarde, pero nunca es demasiado tarde.

Visto lo visto debisteis quedaros hasta el final, sois unos fiesteros.

Yo te imagino más con un árbol de navidad pintado en el pecho, ya veremos las fotos a ver quién se aproxima más a tu vestimenta.

un bexilloo y si tienes tiempo escríbenos algo más que estás muy inspirado.

Anónimo dijo...

jajaja
Me parto con los comentarios de Puly, supongo que vosotros también. Por cierto, cuándo se va a pronunciar la Sota de Copas?

Un bezzzo

chaps`s