martes, 1 de abril de 2008

Hostels

Montevideo, 1 de abril de 2008

Pensad un momento. ¿Cómo imagináis vuestra vida ideal?. Con toda seguridad, habrá tantas respuestas como personas se planteen esta pregunta. También es probable que en la respuesta se incluya algún bien material de esos que no dan la felicidad pero de los que, se dice, ayudan a construirla. De entre ellos, apostaría mi ropa interior limpia a que, poseer una bonita casa, confortable, amplia y cálida forma parte de los sueños de todos.

Pues desde hace dos semanas no tenemos una casa sino muchas, y nos duran una media de 3 o 4 días. Cuando nos cansamos de una, pues recogemos nuestros bártulos y nos marchamos a otra. Así de fácil, así de cómodo y de incómodo. Empezaré por el principio y para que no haya confusiones, llamaremos a nuestras casas “hostel” u “hostal”.

El primero se llamaba ”End of the World” y lo elegí por la sencilla razón de que era el peor considerado de una lista de unos 30 hostales de Buenos Aires. “Si en el viaje va a haber que pasar penurias, mejor acostumbrarse desde el inicio”, fue mi razonamiento. Este hostal estaba situado en la frontera que divide los barrios de San Telmo con La Boca y en su fachada, un cartel alardeaba del ilustre pasado de aquel lugar, que como indicaba en letras bien grandes, había sido frecuentado en el siglo XIX por prostitutas y ladrones. A inicios de siglo XXI, o al menos en las cuatro noches que pasamos en él, no quedaban prostitutas, pero el rastro de los ladrones seguía presente. Un compañero de habitación fantasma se llevó mis chanclas y los cargadores del MP3 y del móvil de Carlos. A cambio, ya que este ladrón tenía un estilo peculiar de robar, nos dejó unos cuarenta rollos de papel higiénico. Todo un Robin Hood. Roba a unos lo que considera que les sobra y les da en compensación lo que cree acertadamente que les falta.

El ”End of the World” fue un primer contacto brutal con Sudamérica. Su mala fama estaba plenamente justificada: las literas se apiñaban en pequeñas habitaciones, los colchones parecían sacados de los basureros, los baños estaban perpetuamente sucios, la oscuridad daba un toque funesto al lugar apenas atenuado por los alegres colores con que habían pintado puertas, ventanas y paredes, que imitaban con esta explosión cromática las viviendas de marineros del barrio de La Boca. Sus tejados de chapa también se asemejaban a los de las humildes casas del barrio donde se asentaron los inmigrantes italianos, y la lluvia se colaba por el espacio que había entre el muro, que llegaba sólo hasta la primera planta, y el tejado, de modo que los pasillos de la segunda y tercera planta y la sala de estar, situada en la primera, se mojaban irremisiblemente cuando llovía. El aire también entraba por esa enorme abertura, pero servía para aliviar el calor sofocante y para ventilar la cocina, de la que de vez en cuando emanaba un inquietante tufillo a gas.

Otro cartel, tan cómico como el primero, rezaba: “Residencia de estudiantes”. ¿Resiqué?. “¿Pero quién puede estudiar en semejante lugar?”, pensamos al instante. Pues tenía razón. Un buen número de estudiantes argentinos y chilenos vivían en ese tugurio. Los numerosos requisitos que se exigen para poder alquilar un piso en Buenos Aires y las elevadas mensualidades les habían obligado a residir en el ”End of the World”, que detestaban de manera unánime pero que les ofrecía una jugosa oferta que su precaria economía no podía rechazar: al pagar el mes entero obtenían cinco días gratis.

Allí conocimos a personajes bastantes curiosos como un argentino de la Patagonia que se dedicaba a hacer tatuajes en su habitación para no pagar impuestos, un chileno que suponíamos que se ganaba la vida como camello, un cordobés )De Córdoba, Argentina), que trabajaba ayudando a escribir un libro de ciencia ficción a Piti Alvarez, una famosa estrella del rock argentino, un israelí que no se duchaba y que tampoco salía del hostel e hicimos también nuestros primeros amigos: un argentino, un mexicano y un escocés.

Este escocés, Scott, parecía un calamar dentro de un cocido. No nos dimos cuenta de ello hasta que llegamos a nuestro segundo hostel, el Milhouse, considerado por la página Hostelword.com como el más agradable de Buenos Aires. Vaya contraste. Habían desaparecido los clientes argentinos y chilenos y en su lugar se multiplicaban como champiñones los primos hermanos de Scott. A saber, ingleses, australianos e irlandeses. El idioma oficial del lugar era el inglés y uno no necesitaba ni salir de aquellos muros ni pensar por sí mismo para divertirse. El hostel lo hacía por ti. Ofrecía todos los días diversas actividades para visitar de manera guiada la ciudad a cambio de unos cuantos pesos, calderilla para los anglosajones, y también organizaba fiestas, ponía música en la espaciosa sala de estar e incluía en el precio “lockers” o jaulas en donde meter tu equipaje sin correr ningún riesgo, baños relucientes, desayuno generoso y papel higiénico suave y abundante.

También hay que reconocer que no todo eran comodidades. Como en el resto de los hostales, uno no se libraba de escapar de los ruidos. Cuando nuestras compañeras de habitación suecas o algún inglés borracho decidía de manera unilateral que ya no se dormía más y empezaba a cantar, hablar o remover bolsas de plástico, lo mejor era resignarse a la evidencia: ya se dormiría en otro momento. Cinco noches estuvimos en el Milhouse hasta que nos mudamos al Tango Backpackers, que como el Milhouse, pertenece a la cadena de International Hostelling de la que somos socios por 6 euros y nos ofrece descuentos además de que el sello de esta cadena asegura que los hostales cumplen con ciertas normas de calidad.

El Tango Backpackers no gozaba de las comodidades del anterior, pero sí contaba con una terracita muy mona en la que cenamos alguna vez después de que Carlos ejerciese de chef en la cocina. También ofrecía actividades a sus clientes para que no tuviesen que pensar mucho qué hacer, y en una ocasión llegaron dos argentinos para amenizar una velada: cantaron canciones típicas de los distintos países de Sudamérica y luego ofrecieron cajas, maracas y claves para hacer música entre todos, y me tocó salir al centro a bailar mientras los demás tocaban sus instrumentos. Debo reconocer que lo hice encantado pese a que también me dio un poco de verguenza.

En este hostal creo que estuvimos cuatro noches, y luego nos marchamos a Colonia, en Uruguay, que forma parte del patrimonio de la humanidad. El hostal era mucho más familiar que los anteriores, apenas una decena de clientes, un perro y un anciano senil que debió llevarse la alegría del siglo cuando su hermano montó el hostal, ya que aparentemente se pasaba por ahí todos los días para hablar con la gente. Nos contó sus miles de problemas de salud y trató por todos los medios de retener durante algunos minutos a alguna de las chicas que había, que huían de él en cuanto podían. Por la mañana nos dimos de nuevo de bruces con la fugacidad de la calma: el estruendoso retumbar de una máquina que parecía estar en el mismo centro de la habitación nos despertó de nuestros dulces sueños.

Hoy 1 de abril estamos en Montevideo en un hostal regentado por una familia, cómodo pero algo aburrido y nuestra principal preocupación es averiguar el lazo que une a la pareja de los que creemos que son los dueños con un niño gordo, que sospechamos que no es su hijo, y que no deja el ordenador ni a sol ni a sombra. Ahora, a la 1.30h de la mañana, mueve ansiosamente la silla para que me desespere y le deje de nuevo Internet. En fin, los típicos problemas de cada casa.

Pablo

7 comentarios:

Pacheta dijo...

Ya está aquí el único crítico de las aventuras de nuestros amigos.
Veo que vais cubriendo etapas. A ver qué tal os va por Montevideo.
Rubia, me hace gracia tu lógica de meterte en un hostal malo de primeras para acostumbrarte. Es como el loco que se da martillazos por el mero placer que experimenta cuando deja de dárselos. ¿Qué hiciste con los rollos de papel? Seguro que les hiciste sitio en la mochila. Según tu lógica, podías sacar la cámara de Carlos. "Total, os la van a robar algún día...". Así os vais acostumbrando.
Espero que contéis, aunque sea de forma encriptada, qué hacíais con las suecas cuando los ingleses hacían ruido.
Y que metáis fotos de las cenitas románticas a la luz de las velas que Carlos preparaba a Pablito.
Por aquí me dicen que Colonia es muy bonita por su estilo colonial (qué retorcidos con el nombre...), pero entiendo que os decepcionara un poco habiendo estado en La Habana hasta el culo de mojitos.
Un abrazo virtual para los dos y un lengüetazo en la oreja a Carlitros.

Unknown dijo...

hola chavales, que sepais que tambien se os lee con asiduidad en la india. un abarzo y a seguir disfrutando

puly dijo...

No os podeis imaginar, cómo me he reido con "Hostels". ¡En serio!, disfruto cada vez q hay pag de Blog nuevo, eso es en parte, por que se os nota felices y tab pienso q habrá escritos duros y dificiles en vuestro camino...de momento nos deleitais, en otros nos hareís reflexionar...etc Espero q siempre halla momentos buenos.
Gracias por hacerme reir de la forma q lo he hecho..hacía mucho tiempo q no me reia a destajo.
Un beso muy fuerte y ¡CUIDAROS!

Unknown dijo...

Bueno parece que eso mejora. Lo cierto es que ya tengo varios capitulos de mi priximo libro. Me basta, como hacen mis alumnos, copiar y pegar.
Me imagino que cuando regreseis a casa os pondran en cuarentena para desparasitaros y todo ese rollo. No os entretengo mas. Un abrazo y !DIOS SI TUVIERA 20 AÑOS¡
tu tio (PACO)

puly dijo...

Todo viaje hace que las costumbres cambien. Yo ya he dejado de leer libracos cuando me acuesto y he pasado a leer vuestro blog. Es mucho mejor. Y cada capitulo, te deja las ansias de leer el siguiente. Como las novelas por folletos del siglo XIX. Cuando dejeis de escribir, me quedaré sin dormir, por lo que tengais en cuenta la adicción que puede producirse.
Como siempre, salut y felicitad.
Dientes largos

dientes largos dijo...

Esto es un cachondeo.
Para escribir, te vuelven loco.
Tienes que repetir lo escrito, lo que hace que cambies y pierdas el rollo.
Critiquemos el funcionamiento del blog y concretamente el poder hacer un cometario.
Quiza lo haga mal.
Ya veremos.
Como veis, son nuestro problemas domésticos, pero todo se andará.
En todo caso, el contenido del blog, fantástico.
Salut

Cochinillo Potente dijo...

Hola Topo:

Estais un poco locos eligiendo el peor hostal pero es muy gracioso lo que escibis. Adios y que os lo paseis muy bien